SUEÑOS LIQUIDOS
Sueños Lìquidos comienza como una transición. Un encierro toma también el paisaje, y de él brotan pequeñas grietas, pastizales enérgicos, ríos de tierra que murmuran que cuando no estemos, seguirán aquí.
Ya antes que la nombraran la realidad ya era líquida, y antes que pudiera darme cuenta mías días habían adquirido un formato onírico, y todas las referencias se fueron borrando, la ornamentación diaria se vuelve insulsa, y los impulsos cada vez fueron más vitales.
Siempre divisé al horizonte como una herramienta poética de la construcción de porvenires colectivos. Sin embargo, en este horizonte onírico, por primera vez el paisaje sólo podía apreciarse en el ahora, justo donde estaba. El resto de la ilusión había desaparecido. Parado en el infinito blanco era imposible imaginar más allá de lo que pisaba, y mi presencia era lo único que establecía fronteras. Para poder entender el afuera debía asumir lo interno.
Creo que como todxs estoy en tránsito y que al quedarme quieto puedo percibir más claramente la caída. En la falta de movimiento externo pude divisar pequeñas grietas de otros mundos que se dejan ver, como puertas secretas. ¿ Hasta donde pintar un territorio onírico?
Y entonces se abrió la tierra en flor para que brotara todo lo que de ella era abundante, y un mar de seres cubrió el horizonte.
Mirar hacia adentro fue el único movimiento interesante. El tiempo presente tampoco fue necesario, y los futuros se hicieron pasados. Horizontes circulares, tiempos que escurren tiempos, abriendo surcos para adentrarse en nuevas realidades.
Y un día la vigilia se hizo roca , explotó y se fundió en el magma cotidiano que llamamos realidad, y no quedó más solución que pensar en verso. No había posibilidad de continuar este camino con las reglas abigarradas de estructuras del pensamiento lógico en un paisaje onírico. El blanco no permitía arrastrar tanta materia. Lo más importante era estar atento a la vibración, a la onda que desplegaba, más que a sus colores.
Los territorios que atravesamos alrededor de nuestros sueños son pequeños anuncios que nos ayudan en los procesos físicos. No nos habla tanto el entorno, como el sentimiento que despierta. Somos aquello que vibramos.
Un pastizal, un ala, un territorio calado, un aire que levanta. Un río poderoso, implacable, día tras día. Un flujo potente e interminable.
La pintura comenzó a desprenderse de todo lo que le era pesado e innecesario. Comenzó a limpiar su mirada, hasta quedarse con la línea, casi circular, que se despliega en ondas para dibujar un paisaje. El horizonte ya no era más un punto de llegada, más bien es el ahora.